Otro año más comienza el mejor festival de rock y hard rock nacional. No lo tiene muy difícil, la verdad sea dicha, porque desde el desplome del Festimad como festival único, pocos han intentado recoger el testigo que este dejó. Por ello, parece que el País Vasco (o Euskadi, como prefieras llamarlo) quiere mantener la mecha encendida y sigue apostando por festivales de calidad como el BBK o este ARF que dejan cualquier otro intento en un mero segundo puesto, tanto por cartel como por ideal, infraestructura y organización. Pero para analizarlo en su totalidad ya tendremos tiempo, vamos paso a paso.
Y, como siempre, el primer paso es el primer día, el punto de encuentro inicial y no podría haber dejado mejor sabor de boca. Desde la primera banda en el pequeño escenario Robin Gibb hasta el final del concierto en el inmenso Levon Helm, el ritmo, la intensidad y el desarrollo intermedia han sido idóneos, en una jornada inaugurada y cerrada en una tendencia puramente folk.
En el primero, donde se presentaban las bandas de menor reconocimiento, hemos podido disfrutar de grandes actuaciones en la línea que ha seguido todo este primer día, con una subida progresiva de ritmo e intensidad a cada banda perfecto, sin pegas, en un alarde ejemplar de organización y estructuración. Inaugurando este escenario, Dr. Maha´s Miracle Tonic, una banda de folk acertada para comenzar la andadura, relajados pero eficientes. Tomando el relevo Israel Nash Gripka, quizás el punto más flojo de la tarde, ofreciendo un espectáculo de pop-rock sureño al más puro estilo de Kings of Leon a un público que llevaba camisetas de AC/DC, Iron Maiden y Judas Priest. Sumado a algún que otro fallo técnico, no ha sido desde luego el concierto más memorable, algo fuera de lugar pero por su actuación sin queja alguna. La nota cómica de la noche la pusieron Steel Panther, el paródico revival del hair metal ochentero que encuentra su humor en algún lugar entre Spinal Tap y American Pie, exagerando hasta la saciedad tanto los temas, bien tocados pero sin aportar alguna novedad musical, como en la interacción con el público. Quedará en la memoria de todos el “enséñanos las tetes” que no paraban de repetir. Cerrando este escenario Porco Bravo, la única representación nacional y, por ello, una elección que pone en escena el clásico rock transgresivo español, propio y por ello querido, pero demasiado utilizado.
En el escenario principal que se ha utilizado este día, dejando el otro para simultanear durante los dos siguientes, se ha visto la misma dinámica: un ritmo ascendente sin irregularidades, con una organización soberbia, por parte del festival y de las bandas. El rock añejo se ha hecho querer en esta tarde, con grandes ejemplos como Blue Öyster Cult, banda curtida que ha entregado temas clásicos como Godzillao Don´t Fear the Reaper, dándole al público los grandes clásicos, entre alguna que otra improvisación, en un directo de festival de los estudiados. En esta línea ha sido también el concierto de Status Quo, menos hablador con la gente, pero más fuertes que en años pasados y también con grandes hits como Whatever you want. En la vertiente más metal han aparecido Twisted Sister y Pentagram. Los primeros, desmaquillados como viene siendo su última costumbre, han arrasado con el público: musicalmente en su sitio, pero sobre todo esa chulería amistosa, superando la barrera lingüística con una naturalidad que solo dan las tablas y bromas como el “huevos con aceite” de We´re Not Gonna Take It que cada vez metía al público más en su bolsillo, uniendo al público y la banda como si fuera un concierto privado o un ensayo. Te gusten o no, hacen un concierto sobresaliente con canciones pegadizas bien ejecutadas y un manejo del público excelente sin parecer preparado. Pentagram, con su pesado y grave heavy metal, cercano a la escuela Black Sabbath, llegaba un poco tarde y el público ya no estaba tan atento a las bandas como a las copas, a pesar de su calidad como músicos y el carisma del cantante, que era digno de ver entre muecas y locuras varias.
La mención a mi banda del día es a Graveyard, debutando en España en la presentación de su primer disco, ensancharon el pequeño escenario Gibb hasta ocupar más que los tres juntos. Con su blues rock, con tintes de stoner en ciertos momentos, forma parte de un estilo en auge en estos momentos. Una música que, aunque repetida, nunca falla. La cruda voz de su cantante rebosa sentimiento, puesto en práctica en las partes más pausadas y poniendo sin más remedio la piel de gallina. A pesar de haber comenzado el concierto de Status Quo, la gente no se despegaba de delante de ese diminuto escenario, sabiendo todos que contemplábamos algo especial no les hacía falta ni hablar; su música bastaba y sobraba. Si encuentran su propio sonido y lugar en la escena cumplirán con la gran promesa que son hoy.
Y como todo lo bueno tiene que acabar, concluían este primer día Dropkick Murphys. Un cierre animado e incontenible, donde la banda convirtió el recinto en un pub irlandés o un barco pirata, tanto ayudado por el alcohol en sangre del público, como elevado por esos temas que te dan ganas de abrazarte en corro y empezar a cantar, temas bordados por este grupo. No me parece que necesiten ni tan siquiera hablar (o seré yo que cuando los escucho me crecen tréboles en el culo); crean la atmósfera idónea con temas rápidos y sin tregua, culminando el ritmo de toda una tarde de música. A pesar de un par de temas acústicos en los que el ebrio y cansado público ha bajado el ritmo, los ha recuperado al instante con la versión de TNT de AC/DC y el clímax final con su celebérrima I´m Shipping Up to Boston, donde el público se ha vuelto loco en un último arranque de energía por hoy.
Un inicio inmejorable que esperemos continúe así; y seguro que lo hará. Así que atentos, porque mañana más y mejor con Ozzy Osbourne, Danko Jones, Black Label Society y The Mars Volta.